Todos tenemos muchos tipos de hambre: necesidades fí­sicas, necesidad de amor, necesidad de conocer, necesidad de sentirse realizado…

Necesidades que, por más que se persigan, siempre parece necesitarse más. Siempre es necesario comer, siempre es necesario sentirse amado, siempre se necesita conocer más… Y cuanto más se persigue saciar estas necesidades, cuanto más parece uno necesitar más, que nunca es suficiente.

Pero, hay un pan que sacia completamente. Dice Jesús en Juan 6, 48: «Yo soy el pan de la vida». Es así­, Jesús alimenta nuestro hambre de amor, porque Él dio su vida porque nos ama incondicionalmente. Él alimenta nuestra necesidad de conocer, porque en la Palabra, verdadera revelación de Jesús, encontramos el conocimiento que nos hace descubrir el sentido de nuestra vida. En la Palabra encontramos el alimento que da VIDA, que me permite alcanzar unas relaciones saludables conmigo mismo y con los que me rodean.