Hay un pasaje que llama mucho la atención en la Biblia. Trata de una escena en la que Jesús está con sus discípulos en la barca cruzando de una orilla a la otra orilla del lago. En un momento dado, se desencadena una fuerte tormenta, de forma que las olas rompí­an contra la barca hasta casi llenarla de agua. Mientras, ¿qué hací­a Jesús?

Dormir.

¿Quién puede dormir en mitad de una tempestad de viento en la que las olas arriesgan a hundir una barca? Es de suponer que no estarí­an precisamente en silencio observando cómo la barca se llena de agua. ¿Te imaginas?

– Oh, Pedro, ¡mira cuánta agua!

– Sí­, Santiago, y ¡ya casi llega al borde!

Todo en plan calmado y susurrando. Imposible.

Es más de suponer que estarí­an dando voces por el miedo de hundirse y morir de un momento a otro. Entonces, no es lógico que Jesús estuviera durmiendo. Hay que tener en cuenta que Jesús no hace nada sin una motivación, hay algo que quiere decirte Jesús con esta acción. Tiene su lógica.

¿Cuántas veces has sentido que en tu vida se despierta una tempestad? ¿Una tempestad en la que parece que todo se hunde? De esas en las que uno piensa, Dios, dónde estás. ¿Estás durmiendo? Hoy Jesús te dice lo que les dijo a sus discípulos con su acción.

Jesús está en la misma barca contigo, no te abandona en ningún momento de la tempestad. Quiere que sepas que puedes contar con Aquel. Grí­tale con fe sabiendo que está contigo y te escucha porque Aquel tiene el poder de calmar la tempestad de tu vida.