En Lucas 6, 1-26 se narra la historia de la sanación de un paralí­tico. Mientras la leí­a intentaba ponerme en el lugar de esta persona. Un hombre que estaba presente escuchando la predicación de Jesús cuando en un momento de improviso es llamado por él y le pide ponerse en medio de todos.

Éste puede parecer un gesto sin importancia, pero los defectos en la época eran considerados como fuente de algún tipo de pecado, con lo que salir y ponerse en medio de todos significaba de alguna forma ser señalado o juzgado.

En esta persona, seguramente, se habrí­a dado una lucha interior. Conocí­a de la fama y el poder de Jesús en las sanaciones. ¿Salgo con la posibilidad de sanarme o salgo sabiendo que puedo ser señalado porque además serí­a sanado en sábado?

Pero este hombre fue valiente, no temió ser humillado, confió en la palabra de Jesús, confió en que Jesús no querrí­a ningún mal para él y dio un paso al frente para estar en medio de todos. Con fe extendió su mano como le pidió Jesús y su mano fue restaurada.

Cada uno de nosotros tenemos algún tipo de parálisis en nuestra vida. Problemas, circunstancias, debilidades o pecados que nos paralizan, que no nos dejan avanzar.

Jesús es el mismo de hace 2000 años y quiere liberarnos de todas nuestras parálisis. Pero, como el paralítico necesitamos salir en medio de todos, es decir, necesitamos reconocer ante Jesús que hay algo que no funciona, que tenemos algo que no podemos solucionar nosotros. Nos pide de extender nuestro brazo paralizado, presentárselo con fe reconociendo nuestra incapacidad y él obrará milagros en tu vida.

Te invito a presentar tu bloqueo, tu parálisis a Jesús con sinceridad y confianza.