En el Evangelio de Lucas se narra cómo Jesús fue llamando a cada uno de sus discípulos. Llegó el turno a un publicano que tras la invitación de Jesús lo dejó todo y lo siguió.
Esto me hace pensar qué le llevó a Leví a dejarlo todo y seguirle. ¡Si tenía la vida resuelta! Era el funcionario de la época. Tenía el sueldo asegurado. Si es cierto que no gozaba de mucha reputación en la sociedad porque tenían fama de aprovecharse del pueblo. Sin embargo, no se lo pensó, Jesús fue en su busca, le dijo «Sígueme» y Leví lo dejó todo y le siguió.
La historia de Leví nos demuestra que las seguridades del mundo no terminan por hacer completa nuestra vida, que una vida de posición y de prestigio (aunque no estuviera al 100% bien vista por la sociedad) tampoco da la felicidad.
Leví no es el único caso que vive esta falta de sentido. El suicidio es la primera causa en España de muerte no natural desde hace más de una década. Por encima de accidentes o asesinatos. El suicidio, que es como una muerte silenciosa.
Seguramente, Leví tenía un vacío en el corazón. Le faltaba algo que diera sentido a su vida. Le faltaba una razón por la que levantarse cada mañana. Era casi un muerto viviente. Y Jesús con su palabra era el sentido que le faltaba.
Pero este dejar todo, que a veces puede darnos mucho miedo, tiene muchos grados. Desde el inicial que es dejar tu forma de ver las cosas, que no te han dado sentido. Dejar tu forma de percibir la vida, que no te llenado. Tu forma de llenar tu tiempo que no te realiza como persona. Hasta incluso, dejar tu trabajo, tu casa o tu comodidad por Jesús. Sólo una cosa es seguro. Dios quiere lo mejor para cada uno de nosotros. No quiere nuestro mal. Y cuando Jesús llama, siempre es para nuestro bien.
No tengas miedo en seguir a Jesús. Él es el camino, la verdad y la vida.